Dios mío, sé que estas de incógnito
y en silencio entre la rosa azul
pero tú no haces guiños
cuando tocas nuestras almas
o tocas a quien no te conoce.
Mi vida siempre has sido tú
y tu presencia la puedo sentir en mi corazón
tu aliento llena de paz mi humilde alma
porque es como los vientos entre las montañas
y la neblina de la fresca mañana.
Te doy gracias Dios mío, porque una tarde
tocaste mi pobre alma pecadora y al ver a los cielos
sentí un calor que me corría dentro de mi cuerpo
y me quitaste mis angustias
que eran como llamas de dolor
y en ese momento me sentí como un niño
que derrame hasta mi última lagrima.
Gracias todo poderoso, bendito seas.
Autor: Mauricio Maury Olivares.
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